Rincones de Iberia

sábado, 3 de julio de 2010

El Ángel Caído


La famosa fuente del Parque del Retiro erguida en honor al Príncipe de las Tinieblas, es algo más que uno de los pocos monumentos al Diablo que existen en Europa, pues esta fuente situada a 666cm sobre el nivel del mar, inocente en apariencia, es una suerte de puerta a los Infiernos, y según cuentan, hay cuatro ángeles escondidos cada noche, uno en cada punto cardinal, para evitar que la puerta se abra y los demonios escapen.

Puentes del Diablo


De puentes del Diablo por toda Iberia se hallan, en Galiza los llaman "Pontes du gatin", en Catalunya, "Ponts del Diable"... pero todos cuentan una historia semejante para justificar su extraña construcción.

Dice la leyenda, que un día de grandes lluvias, una mujer (en otras versiones es una campesina o una lavandera, incluso una anciana) tenía que cruzar al otro lado del río, pero este llevaba tanta fuerza de corriente que parecía imposible pasar a través de él, así que la mujer, desesperada, clamó que daría su alma al diablo por poder cruzar el río.
Esto diciendo, se le apareció un caballero de negro, que no era otro que el Diablo, que dijo que construiría el puente en una noche a cambio del alma del primero que cruzase el puente, y así lo acordaron: si el Diablo construía el puente antes de que cantase el gallo, obtendría el alma que tanto ansiaba.
Así pues, el Maligno se puso a trabajar, pero la astuta mujer urdió un plan para no tener que entregar su alma, así que, antes de que el sol clareara, tomó un cubo de agua helada y la arrojó sobre el gallo, que empezó a cantar de puro espanto. Al oírlo el Diablo, y creyendo haber perdido su apuesta, se marchó al infierno antes de colocar la última piedra del puente.
Otras versiones cuentan que, acabado su trabajo, el Diablo se retiró a esperar que el primero cruzase el puente para robar su alma, pero la mujer cogió a un gato y le ató una olla a la cola y lo soltó. Con el ruido, el animalillo se asustó y cruzó el puente como una exhalación, y al haber sido el primero, la deuda con el Diablo estaba saldada, así que la mujer pudo cruzar tranquila.

Diversas variantes para la misma historia, para justificar la existencia de esos extraños puentes esparcidos por todos los rincones del globo.

viernes, 2 de julio de 2010

Caballucos del Diablo


Dios se apiade de quienes, en la noche de San Juan, transiten los senderos de Cantabria, pues es en esa noche que se dejan ver unos seres malignos y peligrosos llamados por los habitantes de esta tierra : Caballucos del Diablo o Caballucos del Mal, y por su nombre se puede adivinar que son de todo menos benignos.
Son siete estos jinetes, que montan sobre una suerte de libélulas gigantes, afirman los lugareños que el mismo Diablo monta uno, y el resto son demonios que le siguen. Los Caballucos del Diablo, en otro tiempo, fueron pescadores que perdieron su alma y es ven obligados a vagar por Cantabria. Cada uno de ellos, tiene un color que le permite ser diferenciado del resto:

- Rojo: Un prestamista que usaba artimañas y triquiñuelas para embargar las propiedades de sus deudores.
- Blanco: Un molinero que robaba a su señor.
- Negro: Un ermitaño que engañaba a las gentes.
- Amarillo: Un juez corrupto.
- Azul: Un tabernero.
- Verde: Un terrateniente que deshonró a varias doncellas.
- Naranja: Un hijo que golpeaba a sus padres con odio.

Dichos seres, se dedican durante la noche, muestra de su malignidad, a comerse y destrozar todas las flores de agua y los tréboles de cuatro hojas surgidos esa noche, pues según dicen, al hallar los mozos y las mozas una flor de agua, son bendecidos con el amor y la felicidad, y si hallan un trébol de cuatro hojas, obtienen las cuatro gracias de la vida:

* Vivir cien años.
* No sufrir dolores en el resto de la vida.
* No pasar hambre.
* Aguantar con ánimo sereno toda contrariedad.

También es obra de estos seres malignos el traer la mala suerte, pues si pasan sobre la hoguera de San Juan, sobre las gentes se cierne un oscuro presagio, y sólo de dos formas pueden librarse de tal desventura: trazando en el aire siete cruces antes de que se acerquen, cosa difícil y casi imposible dada la velocidad con que se desplazan, o bien -que es lo que se suele hacer-, llevar una rama de verbena o yerbuca de San Juan cogida en la madrugada de la noche de San Juan, pues es bien sabido que esta planta todos los males espanta, y los caballucos no son excepción a pesar de que sus maldades no pueden ser contrarrestadas ni por las Anjanas.
A las primeras luces del alba, por suerte para todos, tras una noche de correrías y destrozos en los campos y caminos, los Caballucos del Mal se retiran hasta el año siguiente, pero al marchar, sus babas gotean y al enfriarse contra el suelo, se tornan oro, un oro mágico que asegura a aquel que lo recoja una vida de lujos y comodidades, pero al morir, su alma irá al infierno.
Ignorando esto, algunos se aventuran a las primeras horas del alba tras estos pedacitos de fortuna infernal, ocultándose, eso si, de los mozos y las mozas que salen a recoger las flores de agua y los tréboles entonando esta canción:

"A quín coja la yerbuca
la mañana de San Juan,
no li dañarán culebras
ni caballucos del mal"